¿Woody Allen dejará de hacer cine? - Cine y Tv - Cultura - ELTIEMPO.COM

2022-07-15 21:35:20 By : Mr. Leon Yang

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El cineasta neoyorquino Woody Allen.

Debido a los escándalos, el cineasta se ha convertido en un ‘apestado’ para actores y productoras.

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El despistado Miles Monroe -Woody Allen- camina sin rumbo con un platón metálico en la cabeza y la boquilla de un rociador para planchar en la boca tras haber permanecido 200 años congelado. Toda su vida ha sido un accidente. La cirugía de amígdalas a la que se sometió acabó con él entre el hielo y, al despertar, un grupo rebelde lo tiene secuestrado por ser la única persona sin identidad en el mundo que puede derrocar a un dictador -que domina el planeta solo con su nariz, el único órgano que sobrevivió a un atentado-. El lugar en donde se despierta es el aburrido reino de la frigidez y los únicos que pueden tener sexo y disfrutarlo son de ascendencia latina y han recibido el aire afrodisiaco del mar Caribe; el resto tiene que usar una aparatosa máquina: el ‘Orgasmatrón’.

¿Hay algo más absurdo y delirante que la trama de El dormilón? Solo basta mirar con detenimiento la filmografía de su propio creador para encontrar la genialidad y la locura. Woody Allen no se cansó nunca de hacer historias hilarantes y punzantes y lanzar criticas sin piedad a la sociedad y la política y con personajes que, sin duda, podrían ser cualquiera de nosotros. (Lea además: Woody Allen: estas son sus cinco películas esenciales) Pero parece que ha llegado su hora final, y en contra de la ética inquebrantable de los mejores personajes de Hemingway (uno de sus escritores favoritos), que pelean con los puños en los huesos, Woody Allen quiere tirar la toalla y dejar la pelea después de casi medio centenar de películas. El actor y director neoyorquino ha proyectado en sus películas la imagen del perdedor. Ese que intenta y nada logra, que ve cómo se desvanecen sus ilusiones o que la mujer que ama lo deja por otro. Los monólogos o los diálogos de sus personajes exponen las inseguridades, relaciones fallidas y la triste forma cómo la fantasía supera su quebrantada realidad. Si acaso es el ganador, se queda con el premio de consolación, jamás con el mayor. Allen tiene el talento para burlarse hasta de la poesía y la nostalgia de lo miserable, lo purista y lo apabullante sin pudor, y celebra cuando esos seres anodinos tienen pequeñas victorias. Se burla de él mismo y de paso de todos nosotros. “No soy tan neurótico como mis personajes”, aseguró en una entrevista del 2020 con Jedwish News en la que le interpelaban por las dosis de su vida real en los guiones que ha escrito. A los 86 años, Allen se parece mucho más a esos desencajados personajes de sus películas: caídos en desgracia, con el rostro desentendido y pisando en falso.

Diane Keaton y  Woody Allen en 'El dormilón'.

Como una broma extraña del destino, el hombre que ha pasado por aparentemente por todas las artes sin mayor esfuerzo, pasa por un mal momento creativo. O eso es lo que ha dicho. Se lo contó a uno de sus mejores amigos y a quien ha dirigido en varias películas, un actor que tampoco la pasa bien desde hace unos meses, luego de que accidentalmente matara de un disparo a la maquilladora en el set de filmación de la película Rush. La charla transcurre en Instagram entre Woody Allen y Alec Baldwin con motivo del más reciente libro del realizador, que se titula Zero Gravity, una deliciosa compilación de anécdotas de todos los colores narradas con el particular humor del neoyorquino.

“Probablemente haré una película más, pero he perdido gran parte de la emoción, porque no tiene el mismo efecto cinematográfico, no es como cuando comencé a filmar”, dijo el director que planea su próxima filmación en París después de una racha de películas duramente criticadas y de convertirse en el centro de la polémica por las acusaciones de abuso sexual en su contra por parte de su hija adoptiva. “Creo que Woody Allen ha seguido haciendo películas de Woody Allen: unas geniales, otras muy bellas y otras que sirven de consuelo. Quizás no soy objetivo porque las recibo como son, o sea, como gestos y obras de un artista irrepetible que ha inventado su propia clase de belleza, pero, a mi modo de ver, en los últimos años ha seguido haciendo cosas brillantes”, comenta el escritor y periodista Ricardo Silva, fanático y seguidor del autor de Todos dicen te amo y Celebrity.

“Probablemente haré una película más, pero he perdido gran parte de la emoción, porque no tiene el mismo efecto cinematográfico, no es como cuando comencé a filmar”.

Son tantas las genialidades de Allen: Toma el dinero y corre (1969), Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar (1972), la magistral Annie Hall (1977) -que marcó su debut en una comedia con tintes más emocionales-, Manhattan (1979) -le dejó su primer y único Óscar a la mejor dirección y otro por guion original-, el falso documental Zelig (1983), Hannah y sus hermanas (1986) -otra estatuilla para el guion-, Días de radio (1987), Match Point (2005), Vicky Cristina Barcelona (2008), Midnight in Paris (2011) -su cuarto Óscar- o Blue Jasmine (2013).¿Es la decadencia de un genio en ciernes?

La primera vez que Allan Stewart Konigsberg -a los 17 años cambió su nombre a Woody Allen- figuró en la pantalla fue en 1965 cuando escribió y protagonizó junto a dos cotizados actores -Peter Sellers y Peter O'Toole, What's New Pussycat? Por fortuna, Allen nunca ha hecho caso a las críticas negativas, porque los especialistas la destrozaron. Y él estuvo parcialmente de acuerdo: desde ese día decidió que dirigiría los guiones que escribiría. Para ese momento, el cineasta ya había tenido su propio espacio de sketches en la televisión y en teatro donde escribía e interpretaba sus propios textos. Pero la ansiedad hacía de las suyas. A finales de los 60 empezó a escribir obras de Broadway alternadas con películas -como Bananas y Toma el dinero y corre- en las que destiló su particular humor. “Allen tuvo unos precoces inicios profesionales escribiendo chistes para cómicos famosos, atreviéndose a pisar los escenarios y los clubs haciendo monólogos humorísticos. Y la fama no se mostró esquiva con su puro talento, su originalidad, su causticidad, su lúcida desvergüenza, su don para conectar con un público exigente y cada vez más amplio”, escribió el crítico de cine de El País de España, Carlos Boyero.

La icónica escena de 'Manhattan', el entrañable homenaje de Allen a su ciudad natal.

Los que soñamos con hacer cine alguna vez en la vida quisimos ser como Woody Allen. La perfección de sus guiones, la maestría de sus historias, el humor negro y ácido que les imprimió y la forma en que dirigió a sus actores. Ni hablar de las imágenes entrañables que nos regaló, como la del puente de Brooklyn al amanecer como trasfondo de una pareja que conversa sentada en una banca: la escena de Manhattan (1979), el sentido tributo de Allen a su ciudad natal, es memorable… ¿o qué cinéfilo no ha intentado repetir el mismo encuadre durante su viaje de vacaciones a Nueva York? El retiro de Allen sería una tragedia impensable. Los cineastas no se jubilan, Ridley Scott (84 años), Martin Scorsese (79), Clint Eastwood (92), Ken Loach (86), Jean-Luc Godard (91), Carlos Saura (90) o Paul Verhoeven (83) siguen de pie junto a la cámara. Allen, nacido el primero de diciembre de 1935, es otro de esa lista de viejos inmortales de la gran pantalla, pero tal vez los escándalos en su vida privada, que han ido cerrándole las puertas para producir sus películas, estén pesando más que un bache creativo, aunque es cierto que los últimos títulos del director están lejos de sus destellos de gloria y brillantez que fueron Annie Hall, Hannah y sus hermanas o Match Point. “Estaba en casa escribiendo mucho”, contó en su charla con Baldwin. “Es una forma agradable de vivir. Luego pensé: ‘bueno, es probable que haga una o dos películas más’. No me divierto igual haciendo una película. Era agradable saber que 500 personas la veían de una vez”, agregó sobre los cambios en la industria, sacudida por la llegada y el crecimiento de las plataformas de streaming.

'Midnight in París' con Marion Cotillard y Owen Wilson. 

Fanáticos como Ricardo Silva ya tienen claro su pensamiento respecto a la despedida del neoyorquino: “Yo creo que lo que más extrañaré de su cine, el día en que no haga una nueva película, es su capacidad de encontrar la vida en la nostalgia: su modo de celebrar y sujetar y articular lo que hemos vivido. Me gusta su amor por la cinematografía: por los grandes operadores del cine. Me gusta su amor por los actores y cómo todos asumen ese mundo por completo. Me encanta el vaivén de lo cómico a lo trágico, y el coraje para narrar su propia realidad. Y es un alivio que vayan a quedar por lo menos cincuenta películas para mostrarles a los hijos”. Otros, en cambio, no procesan su partida. “Es imposible hacerlo mejor que Woody Allen”, asegura Boyero.

La infancia no fue particularmente fácil para Woody Allen. Hijo de judíos, fue criado con unas normas estrictas que hacían que riñera constantemente con su temperamental madre. Su papá, un joyero de profesión, le enseñó alemán. Woody y su hermana Letty crecieron en Midwood, Brooklyn, donde la música y la magia fueron su refugio. Hoy, el cineasta aún recita su parte del bar mitzvah (el rito judío que siguen todos los varones a los 13 años y marca el inicio de su adultez) y cada que puede interpreta a un mago (el último que hizo fue en Scoop con Scarlett Johansson).

Su nombre lo tomó de un artista al que admiraba profundamente: el clarinetista Woody Herman. Ese instrumento fue su tabla de salvación y se convirtió en un virtuoso de su interpretación de jazz. Desde finales de los 60 viaja por el mundo con su New Orleans Jazz Band tocando el clarinete y dando conciertos. Ese aspecto de su vida ha impactado en su cine, en el que nunca faltan los acordes de jazz ambientando alguna escena.

"Extrañaré su capacidad de encontrar la vida en la nostalgia: su modo de celebrar y sujetar y articular lo que hemos vivido".

Pero a la par de sus talentos artísticos, Woody ha enfrentado una larga lucha por mantener su integridad e imagen, duramente golpeada por las denuncias de abuso sexual de su hija adoptiva Dylan y por haberse casado con Soon-Yi Previn en los años 90, la hija adoptiva de la actriz Mía Farrow, quien fue su pareja y musa durante 12 años y una decena de títulos. La realidad es más potente que la ficción y el rollo judicial de Woody Allen es tan o más enredado que la trama de una de sus películas. El realizador contrajo nupcias en tres oportunidades -con Harlene Susan Rosen (1956-1959), Louise Lasser (1966-1970) y Soon-Yi Previn con quien ha estado casado desde 1997. Con Diane Keaton y Mia Farrow sostuvo relaciones largas, pero nunca se casó.

Farrow acababa de protagonizar la cinta de terror El bebé de Rosemary (1969) cuando conoció a Woody. Quedaron enganchados. Ella ya tenía seis hijos adoptivos con su anterior esposo -el músico André Previn-, entre ellos la surcoreana Soon-Yi. Durante su relación, Mia y Woody adoptaron a dos niños más -Dylan y Moses- y tuvieron un hijo biológico - Ronan-. En 1991, el romance entre la actriz y el cineasta estaba fracturado y Allen empezaba a interesarse por Soon-Yi, que tenía 21 años (una edad que ha sido cuestionada por su madre que alega que su año de nacimiento, 1970, no fue confirmado nunca). Es decir, la joven pudo ser menor de edad cuando empezó a salir con Allen.

Woody Allen con su banda de jazz, a New Orleans Jazz Band, en Varsovia, en un concierto en el 2008.

Unas fotos de Soon-Yi desnuda en los objetos personales de Allen fueron el detonante de una de las batallas legales más largas y mediáticas de los últimos tiempos. A eso se sumó, en agosto de 1992, los supuestos abusos de Woody contra Dylan, que en ese momento tenía 7 años. A los pocos días, el cineasta demandaría a Mía por la custodia de sus hijos y confirmó su relación con Soon-Yi. En 1993, un juez le concede la custodia de los niños a Mía y emite una orden de restricción contra Allen. Pero niega que los abusos sexuales a Dylan Farrow hayan quedado suficientemente acreditados. Allen defendió siempre su inocencia. Pasaron 15 años (2012) hasta que el único hijo biológico de Mia y Woody, Ronan, que se hizo escritor y periodista, reabriera las heridas del pasado en su cuenta de Twitter: “Feliz día del padre o, como decimos en mi casa, feliz día del marido de tu hermana”. Un año más tarde, Dylan concedió una entrevista en la que detalló cómo fueron los abusos de su padre. Hasta ese momento, la opinión pública y los medios se habían mantenido divididos. Moses Farrow, el único de los hijos de Mia que respalda la versión de Woody Allen y que es psiquiatra de profesión, afirma que su madre “maltrató, deprimió y traumatizó a sus hijos”. En 2017, Ronan publicó en The New Yorker un texto que detalla los abusos sexuales del productor Harvey Weinstein y reabre el caso de su hermana: invita a los actores y equipos de producción que trabajan con su padre a no ser cómplices de un abusador cuyo caso quedo impune. Ellen Page, Colin Firth, Peter Sarsgaard, Mira Sorvino y Greta Gerwig fueron los primeros en tomar distancia del cuatro veces ganador del Óscar -a propósito, un galardón que jamás ha recibido en la ceremonia-.

El cineasta Woody Allen, en compania de su esposa Soon-Yi Previn y sus hijas, saluda en Oviedo, en el año 2002, cuando recibió el premio Príncipe de Asturias.

Desde ese instante, lo que fue un honor se convirtió en una desgracia: ya nadie quería actuar bajo las órdenes de Allen - los actores de Un día lluvioso en Nueva York (2019), Griffin Newman, Timothée Chalamet, Elle Fanning y Rebecca Hall, renegaron de haber trabajado con él y donaron sus salarios a fundaciones contra el abuso-. Su jugoso contrato con Amazon Prime Video, para hacer cuatro películas y que se firmó en el 2016, acabó en un tribunal cuando ellos lo cancelaron y Allen los demandó por incumplimiento (le pagaron 68 millones de dólares).

Consumado escritor, Woody Allen es autor de cuatro libros que resumen sus tragicomedias. Con un lenguaje exquisito y divertido ha revelado detalles de sus pasiones resumidas en el jazz, Nueva York, el cine, la literatura y las mujeres. “La gente me había preguntado por qué no había escrito una autobiografía -contó el cineasta en una entrevista por el lanzamiento en el 2020 de A propósito de nada, su anterior libro-. He estado en el negocio del entretenimiento desde los 16 años, he trabajado en revistas, periódicos, radio, televisión, he escrito obras teatrales, dirigido ópera, tocado jazz por todo el mundo y he actuado, escrito y dirigido en cine. Así que hay una cantidad de experiencias que la gente quiere oír, pero yo solo he estado interesado en entretener”. Mucha tinta ha corrido para ensalzar o destrozar a Allen. “Si usted se ha quedado sin papel higiénico, las memorias de Allen también son de papel”, escribió The Washington Post sobre la mencionada autobiografía. Es posible que estemos ante el ocaso de un grande.

“Woody Allen es una leyenda porque se inventó un mundo justo a tiempo, porque encaró a una sociedad de puritanos que aún sigue en pie, porque parodió la sofisticación que a la larga tiene algo de ternura, pero sobre todo porque convirtió la escritura en cine y no hay un caso como el de él -el de un autor que escribió, dirigió y actuó las cincuenta películas que le dio la gana- ni en el pasado ni en el futuro del cine”, puntualiza Ricardo Silva. SOFÍA GÓMEZ G. Cultura@s0f1c1ta

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